Capítulo 1– El microbiólogo
Dr. David Mart
Lo sabíamos todo, lo sabíamos todo y aún así no fue suficiente. Por suerte, los microorganismos que desarrollan fácilmente resistencia a los antibióticos son aquellos que causan patologías leves, es decir, parece ser que existen dos estrategias bacterianas: tener un alto factor de virulencia o producir una patología leve pero ser altamente adaptable. Eso se debe, en gran medida, a unas partículas de ADN que se transfieren de célula a célula aportando la resistencia y que los microorganismos muy patológicos no desarrollan de manera tan eficaz.
Recuerdo haber repetido esa lección año tras año a los nuevos alumnos de la facultad. También recuerdo el día que en el laboratorio conseguimos la cepa END, una cepa infectada con un retrovirus modificado de manera que consiguió resistencia a todos los antibióticos conocidos. También recuerdo cuando inoculamos aquella cepa en las ratas y descubrimos todos los comportamientos añadidos y que jamás previmos. La bacteria se mantuvo en estado durmiente hasta el momento en que entró en el torrente sanguíneo, momento en el cual comenzó a dividirse a tal velocidad que en cuestión de media hora el animal murió debido a fallos renales, falta de nutrientes para el cerebro y extenuación cardiaca. En resumen, los microorganismos colapsaron el sistema circulatorio.
Aquella noche apenas dormí revisando mentalmente los resultados. Pensé en técnicas para confirmar mis observaciones, aplicaciones de nuestros hallazgos al mundo moderno e incluso me permití imaginar como sería ganar el premio Nóbel de medicina. A la mañana siguiente, apenas desayuné, tanta era la prisa que tenía por volver al laboratorio. Conduje por las desiertas calles como si toda mi carrera dependiera de ello, pensando únicamente en todas las pruebas que quería hacerles a las ratas muertas que había dejado en la jaula. Recorrí el pasillo hasta mi lugar de trabajo y, después de fichar, comencé a preparar todo el material que necesitaba.
Tan enfrascado estaba en mis propias ideas que no fue hasta que volví a la poyata donde la noche anterior dejé a las ratas que no vi la macabra escena. La pasada noche había dejado los cadáveres de tres ratas muertas por la cepa END, en cambio, en la jaula frente a mí, la escena no podía ser más diferente. Una rata viva devoraba sádicamente a una de las otras. No consigo recordar que me impresionó más: El grado de mutilación de las dos ratas muertas, la fría mirada del animal clavada en mi entre dentellada y dentellada, Las señales distintivas que verificaban que eran las mismas ratas inoculadas hacía apenas ocho horas o las heridas del animal que atestiguaban que los otros roedores no se habían dejado devorar sin defenderse.
Llamé al resto de equipo de trabajo para convocarlos urgentemente en el laboratorio. Los esperé mirando anonadado aquella criatura que parecía desafiar todas aquellas leyes a las cuales había dedicado mi vida, las leyes de la biología. Mi asombro era tal que estuve allí prácticamente inmóvil las cerca de dos horas que tardó en llegar todo mi grupo. Cuando llegaron y vieron la situación, la mezcla de emociones era palpable. Estábamos fascinados por aquel repentino giro de la investigación pero, sobretodo, nos mataba la curiosidad y hasta sentíamos cierto temor al haber abierto una puerta a un mundo que nos era completamente desconocido. Temor, resulta gracioso pensar que lo desconocido pudiera asustarnos, ciertamente, si hubiéramos sabido a que nos enfrentábamos no hubiéramos sentido temor sino terror.
Mis compañeros no sabían que hacer. Algunos de ellos iban y venían sin un rumbo fijo, otros discutían que hacer y que no hacer y un par de ellos no eran capaces apenas de moverse. Al fin, organicé mis ideas mentalmente, tomé las riendas de aquel jaleo, como era mi deber como jefe de investigación, y comencé a organizar el trabajo a realizar. En estos momentos recuerdo como mandé a uno de mis becarios, un chico joven recién licenciado alto y moreno que, si mal no recuerdo, se llamaba Alex, a extraer una muestra de sangre de cada una de las ratas. Fue la última vez que lo vi vivo o, al menos, lo que antes de ese día se entendía por vivo.
A estas alturas, supongo que la lección de historia resultará aburrida para muchas personas. El único problema es que cuando los muertos intentan cazarte ya no hay tiempo para aburrirse…
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